Introducción.
El
texto objeto de este documento, hace referencia a las principales tendencias
del mundo contemporáneo al final del siglo XX que podrían convertirse en serios
retos para la humanidad en el siglo XXI que, conforme indica Tunnermann (2005) fueron
identificadas, por encargo del Consejo Ejecutivo de UNESCO, por un grupo de
intelectuales presidido por Jerome Bindé.
Esas
tendencias permiten a Tunnermann (2005) desarrollar una serie de conceptos. Se
pueden resumir las mismas, así: i) combinación entre la rapidez de la tercera
revolución industrial, el continuo progreso de la globalización y el efecto de
crear una sociedad dual con inequidades entre y dentro de las naciones; ii) pobreza,
inequidad y exclusión no revertidas por el paradigma del desarrollo humano
sustentable; iii) nuevas amenazas a la paz, seguridad y derechos humanos como
el racismo, intolerancia religiosa, ultranacionalismo, entre otros; iv)
problemas del crecimiento exponencial de la población mundial y la incapacidad
del planeta para atender los requerimientos futuros.
Prosigue
el autor con la v) calentamiento global y degradación del medio ambiente; vi) emergencia
de la sociedad de la información que genera una desigualdad digital; vii) desafíos
para la gobernabilidad mundial por la necesidad de democratizar las decisiones
globales en el marco de las Naciones Unidas; viii) creciente y relevante rol de
la mujer que requerirá de un enfoque y políticas de equidad de género; ix) riesgo
de una hegemonía cultural digital derivada del avance de la sociedad de la
información y la tecnología, y x) ciencia y tecnología como factores clave para
luchar contra las enfermedades en el marco de la ética con la que se aborde la
biotecnología.
En
2005, Tunnermann señaló la necesidad de tomar conciencia de todas y cada una de
esas tendencias, que generan oportunidades y desafíos, como la clave para
desarrollar las bases de una nueva cultura política en América Latina.
Desarrollo.
La
globalización “no se limita al aspecto puramente económico; en realidad, es un
proceso multidimensional que comprende aspectos vinculado a la economía, las
finanzas, la ciencia y la tecnología, las comunicaciones, la educación, la
cultura, la política, etc…” (Tunnermann, 2005, p.2). Como producto de la
distribución del poder mundial en todas sus dimensiones, la realidad configura
un orden desigual, inequitativo y de limitaciones en el acceso a todos los
seres humanos a los beneficios que teóricamente ofrece ese fenómeno.
Por
ello, como afirma Tunnermann (2005) la globalización es un fenómeno dominante e
inescapable, lo que torna imprescindible desarrollar un nuevo marco de ideas
que permita transformarla en una herramienta de liberación e inclusión, basada
en una distribución más equitativa de la riqueza, la ciencia, la participación,
el conocimiento, los recursos de la naturaleza y, sobre todo, revalorizando los
derechos humanos, la moral, ética y la gobernabilidad global.
Esa
segunda dimensión, permite introducir la discusión en América Latina, señalando
que “…los gobiernos democráticos no han logrado ofrecer un nivel de bienestar
aceptable a todos los sectores de la población ni revolver los problemas del
desarrollo, lo cual genera frustración y crisis de credibilidad en el sistema
democrático.” (Tunnermann, 2005, p. 4). Así, demuestra que la gobernabilidad
democrática es un eje sustantivo para generar una nueva cultura política, con
amplia participación y basada en valores como justicia, libertad, solidaridad,
transparencia, entre otros. El equilibrio de poderes, para Tunnermann (2005) no
es una condición suficiente, pero sí necesaria para mejorar las condiciones de
vida de la sociedad, cuyas formas de organización agrupadas en la sociedad civil
debe coadyuvar al cambio para construir un Estado Moderno e inteligente que
promueva consenso y políticas para todos.
En
su investigación Tunnermann (2005) añade un tercer elemento en la discusión que
es la cultura de la corrupción. Esta es un fenómeno, lamentablemente, propio de
la política latinoamericana y contrario a la democracia. Por tanto, “la
ciudadanía, a través de las distintas formas de organización de la sociedad
civil, tiene un rol importante, diríamos decisivo, en la lucha contra la corrupción.”
(Tunnermann, 2005, p. 9).
La relación
entre la ética y la política son la cuarta dimensión de la postura del autor.
Por ello, señala que en América Latina y el Caribe “se hace necesario promover
una nueva cultura política basada en la interdependencia entre lo ético y lo
político, entendiendo a la ética no sólo como un conjunto de principios y
valores, sino como un elemento dinámico, movilizador del comportamiento
político de nuestros pueblos.” (Tunnermann, 2005, p. 9). De ahí que sea
necesaria una nueva educación política de la sociedad con formación ética.
Finalmente,
Tunnermann (2005) plantea que la salida se encuentra en dar una respuesta ética
a los desafíos contemporáneos. En ese camino, “…es preciso construir una modernidad
ética, que mantenga los valores del humanismo y de la igualdad de
derechos entre todos y cada uno de los hombres, subordinando el poder técnico a
los valores de la ética.” (Tunnermann, 2005, p. 11). Es claro que no hay
transformación de la sociedad, el Estado y el desarrollo sin participación de
la población, que debe tener una nueva base moral y ética.
Conclusión.
La
globalización es una realidad que transformó la vida de las sociedades, y para
que las sociedades la modifiquen para crear un mundo más justo y equitativo es
necesario que se refunden y recreen la cultura, ética y educación política,
permitiendo establecer un Estado que responda a las necesidades humanas.
Bibliografía.
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